Tim Reynish dirigirá la banda de Villar del Arzobispo

Desde el Archivo Vicente Llatas Burgos queremos hacer eco de la noticia a parecida el miércoles 18 de abril en el Levante-EMV. Aquí os dejamos el enlace:

Tim Reynish dirigirá la banda de Villar del Arzobispo

La banda sinfónica de la Unión Musical Santa Cecilia (UMSC) de Villar del Arzobispo ofrecerá el próximo sábado 28 de abril a las 19:30 horas un concierto bajo la batuta del director inglés Tim Reynish. El reconocido músico ha elegido la banda de Villar como parte de una gira mundial con la que conmemorará su 80 aniversario y en la que, además de España, visitará Gran Bretaña, Singapur y Japón para dirigir al Ensemble del Royal Northern College of Music de Manchester, la Philarmonic Winds de Singapur y la Senzuko Gakuen Ensemble de Tokio, respectivamente.

El concierto lleva por título «Happy birthday, Maestro!» e incluirá el estreno mundial de dos obras compuestas expresamente para celebrar el cumpleaños del maestro. Una de ellas ha sido creada por el director titular de la banda villarense, Luis Serrano Alarcón, que ha sido el artífice de que Reynish haya incluido a la agrupación valenciana en esta tournée internacional.

César Salvo, cronista de Villar del Arzobispo (Valencia), participa en el I Foro Internacional sobre “El Humanismo de Fray Antonio Margil de Jesús”.

Es la primera edición de este Foro sobre el fraile franciscano valenciano que está en proceso de Beatificación y en el cual han participado historiadores y cronistas mexicanos, además de un repre­sentante español y otro de Houston (Texas, EUA).

Pero antes de llegar a este Foro comentaré mi visita a Ciudad de México durante los seis días anteriores. Aconsejado por nuestro amigo Manuel González Ramí­rez, cronista del Estado de Zacatecas (México) y Presidente de la Federación de Asociaciones de Cronistas Mexicanos, me alojé en el Hotel Cate­dral que se sitúa a espaldas de aquélla y junto al Templo Mayor de Tenochtitlan y la plaza del Zócalo; local muy recomen­dable, moderno y de precio ase­quible, con un restauran­te de amplia y rica carta y precio bajo para no­so­tros (unos 10€), muy concurrido y popular no sólo por los clientes aloja­dos sino también por ciudadanos del Estado que lleva el mismo nombre de esta megalópolis de 22 millones de habitan­tes.

El Templo Mayor con la Catedral al fondo

El Templo Mayor con la Catedral al fondo

Tam­bién Manuel, me había puesto en contacto previamente con el cro­nista de Lagos de Moreno (Estado de Jalisco), Óscar Gonzá­lez Azuela, miem­bro de la Sociedad Mexicana de Geografía y Es­ta­dística, Secretario de la Aca­demia de Historia y nieto del escri­tor mexicano Mariano Azuela (autor de la magnífica novela Los de abajo que tuve el placer de leer en mi juven­tud). Con él anduve por las concu­rridas calles dos mañanas ple­nas de sol y de conocimiento, porque Óscar es un magnífico guía y un brillante his­­to­riador. El primer día visita­mos con tran­qui­lidad el Templo Mayor, adentrándonos en sus entrañas para admi­rar la magnifi­cencia de cinco pi­rámides superpuestas (se­gún se iba inun­dan­do la ciudad; la primera de ellas datada en el año 1.200 a.C.) en el centro de Tenochtitlan (lugar de la piedra de la luna), la ciudad que los mexicas fundaron en el año de 1325 en un islote del lago de Tex­co­co, en el punto donde vieron posada en un nopal a un águila con una culebra en su pico; una ciudad que sería des­trui­da en agosto de 1521 después de ser con­quistado el territorio azteca por las tropas de Hernán Cortés tras su victoria sobre el rey Moctezuma. Des­pués hablaremos de las chinanpas, un méto­do de ate­rramiento ancestral de lagos y lagunas habitados con el que se crean grandes islotes artifi­ciales comu­ni­cados por pequeños puentes; algo parecido con lo que se hizo en la mo­nu­mental Venecia, pero también en la Albufera valenciana (por hablar de mi tierra), aunque con el propósito de ganar terreno para cam­pos de cultivo (en este caso de arroz).

Torre con representaciones de cráneos humanos decapitados

La visita incluía al moderno Museo del Templo Mayor, con una magnífica colección de los objetos hallados en las exca­vaciones que comenzaron a finales del siglo XIX tras el derribo de una manzana de casas; aunque la amplitud del yaci­miento arqueológico abarca un espacio de mu­chísima mayor amplitud. Destacan, entre las piezas recuperadas, el disco de caliza con la representación de Tlaltecuhtli, la diosa de la tierra y señora de la vida y de la muerte, así como códices antiguos, esculturas de andresita y cerámicas pintadas con motivos geométricos y zoomorfos, siendo nume­rosas las representaciones de Tlaloc (dios azteca de la lluvia, en náhualt: “néctar de la tierra”).

Representación de Tlaltecuhtli.

Salimos de nuevo al bulliccioso ajetreo de la plaza del Zócalo donde los tambores de diversos grupos de danzantes ataviados con plumas multico­lores y exiguos paños cubriendo su cuerpo (tal y como vistieron sus ances­tros) se funden con la melancólica y triste sonatina de los organilleros que, organizados en una Asociación, se reparten por la ciudad demandando una ayuda para mantener esa tradición. Pasamos junto al Palacio Na­cio­nal para dirigirnos al Museo de Historia de la Ciudad de México y visitar la Exposición en curso, La Ciudad de México en el Arte (Travesía de Ocho Si­glos). Allí fuimos atendi­dos con mucha amabilidad y obsequiados ambos con el Catálogo Oficial que no está a la venta.

 

Muy cerca de allí se sitúa el Hospital Real de Indios, junto a un gran mural cerámico que representa el encuentro entre Hernán Cortés y Moctezuma. Esta institución fue construida en 1553 por orden de Hernán Cortés para uso exclusivo de los indígenas y fue el primer hospital del Nuevo Mundo. En ese lugar se encuentra el único lienzo para el que posó el conquistador español y es un retrato de cuerpo entero y tamaño natural; se expone en el despacho del Sr. Director, al que nues­tro colega conoce personalmente de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estafística. A la salida hicimos un pequeño descanso para tomar un recon­fortante ca­fé en el patio de un restaurante que me pareció estar en Tole­do. De allí nos dirigimos a la magnífica Catedral de Guadalupe, a la cual ren­di­mos una visita pormeno­rizada y exhaustiva al magnífico tem­plo b­arro­co con las amenas explicaciones de mi docto acompañante.

A las dos de la tarde nos despedimos en la puerta de mi hotel, no sin antes fijar cita para el día siguiente por la mañana. Aproveché la tarde para descansar, dado que había aterrizado la noche anterior (lunes 20 de mar­zo) y el jetlag del vuelo se hacía patente. Ya anochecido visité la plaza del Zócalo, más viva si cabe que durante el día; de pronto, la temperatura cálida se vuelve por momentos fresca, sopla el viento y una tormenta resuena en el horizonte de montañas que circundan la ciudad. Comienza a llover, primero una lluvia fina, pero rápidamente y acom­pañada de true­nos y relámpagos, se va animando y me obliga a retornar al hotel, donde cené una reponedora sopa de ver­duras y un excelente filete Mignon, con pan de elote de postre.

Al día siguiente y como todavía no era la hora prevista de mi cita volví a acercarme al Templo Mayor. Óscar me había comentado el día anterior la magnífica descripción que hace Cortés para el rey de España de su llegada a Tenochtitlan y su paseo en una barcaza rodeado de otras muchas de nativos ador­nadas con flores para acceder hasta el Templo Mayor y ser recibido por Moctezuma; he de decir que Óscar (al igual que otros muchos mexicanos con los que he hablado) se siente profundamente hernandino, dice: “ni hispanos ni aztecas, solo mexicanos, una mezcla de razas”. Me acerco al hotel a esperar al colega cronista. En primer lugar y dado que esta a sólo una manzana del hotel, nos acercamos hasta la Sociedad Mexica­na de Geografía y Estadística, sólo para que me pueda enseñar el Sancta Sanctorum de esa añeja entidad, que no es otro que su magnífica Biblioteca de ésta que fue la primera Sociedad Científica de América: fundada el 18 de abril de 1833, fue visitada por el reputado polímata alemán Alexander von Humboldt.

Después y en Metro, donde en sus salas se pueden admirar altares y ruinas de la ciudad antigua, nos dirigimos al Bosque de Cha­pultepec para visitar el magnífico castillo del mismo nombre. De todo lo que vi y hay mucho que ver, aquello que más me impactó (por su modernidad y singularidad pictórica) fue el majestuoso lienzo diecio­chesco que repre­senta al Conde de Gálvez, D. Bernardo de Gálvez y Madrid, quien des­empeñó un importante papel en la independencia de los Estados Unidos y fue nombrado por el Congreso de esa nación Ciuda­dano Honorario de EEUU en 2014. Aprovechamos la ocasión para saludar al Director del Museo de Historia Nacional, D. Salvador Rueda Smithers, con el que tomamos un refresco mientras platicábamos animadamente alrededor de la figura del conquistador español que, para ellos, es un personaje poco estudiado de la historia de España y de México; incluso comentaron la necesidad de realizar un Foro Internacional sobre este español que para ellos es como un padre de la patria mexicana.

Volvimos en Metro hasta el centro y nos despedimos con la idea de que Óscar pueda asistir al Congreso de RAECO en Carmona y Sevilla. Con la tarde libre y después de una breve siesta aproveché para acercarme hasta el Palacio de las Bellas Artes y comprar una entrada para asistir por la noche al concierto del Réquiem de Verdi, a cargo de la Orquesta y Coro del Teatro BBAA. Para hacer tiempo y con la entrada en el bolsillo, visité muy cerca, en pleno Centro Histórico una exposición al aire libre de una veintena de esculturas de Salvador Dalí. El edificio modernista del Paalcio de las BB.AA. es impresionantemento bello tanto en su exterior como en su interior. El con­cierto soberbio, me llegó a emo­cionar en diversas partes del mismo, quizá porque conocía su múscia y su letra.

El viernes 23 había quedado con dos grandes amigos que ya conocí en Burgos en 2016, y posteriormente en la visita que giramos a Zacatecas el año pasado un grupo de cronistas españoles, y también en León el pasado año. Se trata del matrimonio formado por Alejandro Contla (Cronista de Texcoco) y Martha Ortega Cantabrana (Cronista de Chiconcuac, localidad vecina de la anterior). Habíamos quedado para visitar Teo­tihuacan (el lu­gar donde se hicieron los dioses). Curioso que en náhualt y en griego, Dios se diga Teo. Debido a un problema con su coche, Alejandro vino a bus­car­me para hacer el trayecto hasta las afueras de la ciudad en Metro y luego en taxí un corto trecho hasta un aparcadero donde nos esperaban Martha, su hijo Ivan y su nieto Juan Francisco… En el coche conversamos sobre La Malinche, un personaje que me subyugó desde que conocí su existencia: una princesa azteca que hablaba náhualt y maya, motivo por el cual fue un obsequio (junto a otras esclavas) de Moctezuma para Hernán Cortés y sir­vió de traductora entre ambos, gracias también a un español que acom­pañó a Cortés y que había vivido en las costas yucatanas durante hacía una década por lo que sabía hablar el maya).

Bueno, bueno. Estar frente a la pirámide del Sol es una experiencia casi reli­giosa. Después de la Gran Muralla China que visité en 1976, es la cons­trucción humana más grande que he visto. Imponente figura pitramidal más aplastada que las egipcias, perfecta en sus líneas y en sus escalona­mientos, situada en la avenida de los Muertos donde se encuen­tra al fonde de ésta y en el norte la pirámide de la Luna. La circundamos bajo un sol de justicia, hasta que Martha propuso dirigirnos al Museo de este lugar arqueológico de primer orden. La visita al mismo fue muy ilustrativa, pues aparte de piezas muy significa­tivas contiene especifica­mente en una enor­me sala la maqueta de cómo fue esta gran metrópoli de la antigüedad cu­ya datación está todavía en estudio pero que se sitúa alrededor del siglo I de nuestra era. A la salida fui­mos a comer a un res­taurante situado muy cerca y ubicado en una gru­ta de origen volcánico, donde comimos platos típicos mexicanos y entre ellos los famosos esca­moles, que probé y certifico que están ríquisimos; son conocidos como el caviar mexicano y no son sino huevos de hormiga.

Posando con la pirámide del Sol al fondo.

Charlando con Alejandro Contla

Ya por la tarde hicimos la visita a Texcoco, ciudad muy colorida y animada donde se estaba celebrando la Feria Anual del Caballo. Estuvimos en la Catedral y el anexo Convento de San Francisco, bellisimos edicifios hispá­nico de barroco texcocano. En dicho cenobio estuvo el franciscano Duque de Gante, sobrino de Carlos I y reposaron los restos de Hernán Cortés cuando por expreso deseo de la fimilia los trasladaron desde Castilleja de la Cuesta (Sevilla) hasta México… Alejandro me acompañó en autobus hasta la para de Metro de San Lázaro y ya solo llegué hasta Pino Suárez y desde a Zócalo caminé por el paseo subterráneo de más de un kilómetro circundado de librerías a ambas partes del mismo.

Detalle portada del Convento.

En la portada de la Catedral.

Para el día siguiente tenía concertado un tour para visitar Xochimilco (El lugar de las flores) y la Casa Azul, donde vivieron su tormentoso amor el muralista y pintor guanajetense Diego Rivera y la pintora Frida Kahlo, un icono mundial del feminismo mexicano. Lo más divertido del tour (que fue pesadísimo de largo que resultó), fue­ron los ocho colombianos que venían y que ayudaron a soportar el dilata­do horario a que nos sometió el guía. Xochimilco significa “lugar donde se cultivan flores”, y así es, pues en la actualidad supone el centro de pro­ducción y exportación floral de México, que alcanza el 90% de la nación. El paseo obligado a bordo de una tra­jinera que –como en Venecia- un hom­bre conduce perchando con su “percha” en las aguas trasparentes, entre una maraña de barcazas llenas de turistas y estudiantes, pero también de mariachis o percu­sionistas de ma­rim­bas que se ofrecen a dar recitales pre­vio pago, u otras en las que se mercadea con productos textiles, cerámicos o florales de la artesanía lo­cal. Y por supuesto con una comida servida a bordo, con refrescos.

Y ahora explicaré qué es eso de la chinanpa. Para reducir la enorme superficie del lago y constituir el complejo dédalo de canales se utilizó más tierra para los aterramientos que piedra en la construcción del Templo Ma­yor de Tenochtitlan y los demás edificios: sobre una base de troncos en empalizada se sacaba el agua y se rellenaba con toneladas de tierra, de manera que -ahora- los islotes quedan a una media de 1,50 m. de altura sobre el nivel del agua. Xochimilco es una reserva natural que cuenta con más de 180 kms. de canales que sirven para comunicar los diferentes poblados establecidos en sus riberas.

La visita a la Casa Azul muy ilustrativa pero poso más. Es tanta la gente la que realiza la visita que se forma como una fila de pésame que discurre por las diversas extancias en un silencio sepulcral, leyendo a vuelapluma carteles y textos originales… y sin poder hacer fotografías porque está prohibido, hasta que desembocas en el enorme jardín y una espacie de taller al aire libre donde se exponen algunas esculturas de Diego Rivera y unos muñecotes de papel maché pintados de colorines, obra de Frida Ka­h­lo. La pequeña tienda no hace honor a los ilustres personajes que habi­taron la casa, pues hemos de recordar que aquí se instaló León Trotsky, que tuvo un romance fugaz con la pintora durante uno de los abandonos de Diego. Además visitamos de pasada, el Estadio Azteca y la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México).

Al día siguiente, Domingo de Ramos, y debido al cambio de hora en Espa­ña de la noche anterior, me levanté una hora adelantado, de manera que desayuné más pronto y llegué al Palacio Nacional bastante dantes de su apertura, por lo que me dediqué a callejear por sus inmediaciones. Cuan­do entro en el Palacio me voy directamente a ver los murales de Rivera, situados en la escalinata de acceso al primer piso, y es como me esperaba espectacular ahora en directo. ¡Qué gran labor de síntesis de la historia mexicana desde la conquista por Cortés! Espectacular y muy ilustrativa por la labor de documentación sobre la Nueva España, la Independencia y la Revolución, como también los murales del primer piso situados en el ala izquierda y parte de la frontal, que narran la historia prehispánica de los diferentes pueblos indigenas que habitaron el valle de México. Visito también el interesante Museo Méxica, ubicado asimismo en esta planta (el pueblo de la lluvia).

La tarde, después de una pequeña siesta, la pasé en Zócalo, donde iba a tener lugar un concierto de la Orquesta Filarmónica Juvenil, primero y luego la Orquesta Filarmónica CDMX que, bajo la dirección de Scott Yoo, y con los coros de la UNAM y de la SEMAR (Armada Mexicana) que nos ofrecidó un magnífico concierto al aire libre de la 9ª Sinfonía de Beetho­ven. El director, sin partitura ni libreto alguno, dirige a ciegas con una maestría sin igual; las pantallas a ambos lados del escenario nos ofrecían a sus impresionantes gestos… al finalizar paseo por los aledaños de la catedral, donde los danzantes ataviados como indígenas prehispánicos hacen “limpias” a la gente que lo requiere: primero con un hisopo hecho con ramas de falsa pimienta te rocían por todas partes y después te pasan un pequeño brasero humeante alrededor del cuerpo hasta finalizar haciéndolo descansar en la cabeza de aquel que desea expulsar los malos espíritus de su cuerpo., todo ello al son de tambores monocordes y repe­titivos. Camino del hotel y antes de cenar tropiezo con otro organillero; todos ellos pertenecen a una Asociación para prreservar esta costumbre local, cuya música es triste y melancólica; los organilleros van unifor­mados de color caqui con pantalón, camisa y gorra de plato.

Ya es lunes y mi último día en CDMX. Caminé por la mañana en lento paseo, admirándome de la bulliciosa ciudad que he podido conocer mejor en este segundo viaje. Llegué pronto al Museo de Arte Popular Mexicano. La visita se hace rápida pues la base –además de tejidos- de la artesanía mexicana son la cerámica y el papel maché, aunque también están inno­vando en cuanto al tunning de coches como el de este popular “esca­rabajo” alemán. En las calles se nota que la población ha disminuido nota­blemente por efecto de las vacaciones de Semana Santa.

Vuelvo tras mis pasos según es mi costumbre por calles diferente por las que he pasado a la ida y voy reflexionando sobre lo que me contó Óscar sobre descubriendo el papel relevante que tuvo otro valenciano: inge­niero, arquitecto y escultor, llamado Manuel Tolsá. Nacido el 4 de mayo de 1757 y fallecido en Ciudad de México el 24 de diciembre de 1816, fue Director de Escultura de la Academia de San Carlos, tiene un Museo y una Plaza dedicada a su nombre y es autor –entre otras- de la famosa es­cul­tura del rey español Carlos IV, a la que popularmente se le conoce como “el Caballito”. Pero, sobre todo fue el arquitecto que construyó la Ciudad de México en el siglo XVIII, incluidas las obras para concluir la Catedral Metropolitana… Desalojo la habitació y guardo las maletas, para comer con tranquilidad en el restaurante del Hotel y esperar que venga mi taxi para trasladarme al aeropuerto y tomar el avión para Zacatecas.

La llegada al aeropuerto zacatecano con una media hora de retraso y muy diferente a la del año anterior. Por supuesto que no esperaba la Banda Sinfónica de Morelos que nos recibió en 2017, pero no había nadie esperándome a la salida. Me dirigí hacia la sala de espera y entonces se me acercó un muchachote para preguntarme si era César Salvo, a lo cual dije que sigue y me pidió que le siguiera. Semiescondidos tras una exposi­ción de óleos de un artista local se encontraban Manuel González, el ma­tri­monio formado por Domingo Flores y Arcelia y Juan Antonio Caldera. Saludos y abrazos; despedida de los Flores porque no viven en Zacatecas y andar a ciertas de la noche por esas carreteras puede ser peligroso. Los cua­tro que quedamos nos fuimos a cenar al centro y después me dejaron en mi hotel pues al día siguiente comenzaban los actos del llamado Foro Margil.

Desayunamos en el Restaurante Acrópolis, muy popular y situado en el centro de la ciudad, junto a la Catedral, el Mercado y el Teatro Calderón. Allí estaban Martha y Alejandro, y también Leticia Ramos, sobrina de los Contla e hija del insigne cronista de Zacactecas, D. Roberto Ramos, funda­dor de la Asociación de Cronistas de Ciudades Mexicanas y de la Aso­cia­ción de Cronistas del Estado de Zacatecas, y también Domingo Flores y Ar­ce­lia Flores. En dos coches nos trasladamos hasta Guadalupe. A la llegada la preceptiva inscripción en el Foro Margil y las consiguientes presen­taciones y saludos, dado que habían personas a las que ya conocía del año pasado, como Bernardo del Hoyo (cronista de Guadalupe) o Salvador Moreno Basurto (Doctor en Historia y Responsable del Foro Margil).

El Foro Margil ha sido organizado por el Gobierno Municipal de Guadalupe con la colaboración de la Crónica del Estado de Zacatecas, la Universidad Autónoma de Zacatecas, la Provincia Franciscana de los Santos Francisco y Santiago y el Grupo cultural Fray Antonio Margil de Jesús y tuvo lugar en el marco incomparable de la Capilla de Nápoles los pasados días 27 y 28 de marzo. A las 10:30 en punto dio comienzo el acto de presentación de este evento internacional, con la presencia de las personas que se muestran en la fotografía; en la de la página siguiente, saludando tras mi presentación.

De derecha a izquierda: Moisés Orozco Jáquez, encargado del Archivo Histórico de Guadalupe; Manuel González Ramírez, Cronista del Estado de Zacatecas; Alfonso Vázquez Sosa, director del Instituto Zacatecano de Cultura (IZC); Alfonso Carlos del Real López, subsecretario de Concertación y Atención Ciudadana del Gobierno del Estado de Zacatecas, D. Enrique G. Flores (Alcalde de Guada­lupe), Fray Miguel Encarnación Luna (Prior del Convento de Guadalupe y encargado del proceso de beatificación del fraile valenciano), Dª Jill Metcalfe (Directora de la Casa de San Antonio, San Antonio, Texas, EUA) y César Salvo (Cronista Oficial de Villar del Arzobispo, Valencia).

Tras el acto de presentación se dio paso a la lectura de ponencias. Por razones cronológicas tuve el honor de abrir el evento con el trabajo titulado “Infancia y Juventud de Antonio Margil Ros”, el fraile valenciano que evangelizó Mesoamérica y fundó tres conventos de Propaganda Fide, uno de ellos el de Guadalupe, en el cual nos encontrábamos; además de ser el fundador de la ciudad de San Antonio en Texas y numerosas misio­nes en ese territorio americano. Conocido como el fraile de los Pies Ala­dos, por los más de 10.000 kms. que hizo a pie, abriendo el Camino de Tierra Adentro (Patrimonio de la Humanidad) que conecta la Ciudad de México con la ciudad tejana ante­dicha, en el tramo que parte precisa­mente desde Guadalupe hacia las tierras del Norte. Fray Antonio Margil de Jesús con el nombre que pasó a la Historia, fray Margil en el lenguaje llano del pueblo. Un valenciano que aquí en México es considerado como un santo (es Venerable y está en proceso de Beatificación) y en su tierra natal es un perfecto desconocido.

En la visita que hicimos el año pasado siete cronistas españoles tuve cono­cimiento de su existencia y me comprometí a darlo a conocer entre los valencianos (cosa que espero hacer en breve). Pero, a mediados de febre­ro, Manuel Gónzalez Ramírez me comunicó que se iba a celebrar este I Foro Internacional a finales de marzo y acabó pidiéndome que bien el Cronista de Valencia o yo mismo interviniésemos en el mismo con una po­nen­cia; comuniqué a mi amigo y compañero en la Junta Directiva de A.C.O.R.V., Francisco Pérez Puche, quien desestimó la propuesta por la premura de tiempo para presentar un trabajo. Así que la pelota cayó en mi tejado, y dado que en México es conocido desde que desembarca en Veracruz en 1683 hasta su muerte en el Convento de San Francisco (CDMX) en 1726, y se sabía muy poco de sus veintiséis años primeros, apenas unas datos biográficos básicos, Manuel me propuso que el tema versara sobre esa etapa de su vida.

Así que me zambullí en la búsqueda de datos y acabé perfilando el contex­to histórico global en el que discurrieron su infancia y juventud. La primera en la ciudad de Valencia (en la cual hemos fijado su casa natal en el barrio de “Velluters”, sederos en castellano; así como su itinerario vital) y la segunda a caballo de tres conventos: de la Corona (Valencia) donde tomó los habitos franciscanos a los dieciocho años y profesó como sacerdote poco antes de partir hacia el Nuevo Mundo; el San Antonio de Padua en Denia (Alicante), donde se formó como misionero y aprendió Teología y Sagradas Escrituras; y en el Santa Catalina o de San Francisco de Onda (Cas­tellón), en el cual pasó una breve adiestrándose en el difícil ejercicio de sermonear.

Fray Ángel Gabino (Padre Provincial de los santos Francisco y Santiago, César Salvo (C.O. de Villar del Arzobispo) y Manuel González Ramírez (Cronista del Estado de Zacatecas), junto al lugar donde reposan los restos del fraile valenciano desde 1983.

A continuación intervino Manuel González Ramírez, con una amena po­nencia plagada de anécdotas locales, titulada Fray Antonio Margil de Jesús en Villanueva, que versó sobre el paso del fraile por esa loca­lidad zacate­cana, que es la ciudad en la que nació el ponente. Tras un pequeño des­canso se reini­cia­ron las ponencias, primero con la de María Carmen Ne­gre­te Martínez (Universidad Autónoma de Zacatecas), una pormenorizada relación de la labor pedagógica del Colegio que fundó en 1707 el fraile valenciano: La pedagogía en el Colegio Apos­tólico de Propaganda Fide de Nuestra Señora de Guadalupe; a continua­ción y para acabar la primera sesión, el Profesor Marco Antonio Flores Jasso (Nuevo León, México) di­ser­tó sobre la presencia del franciscano en esa tierra del Norte: Padre Mar­gil: su estan­cia en Boca de Leones. Realizamos la comida en el patio de entrada al com­­plejo franciscano en animada charla y muy buena compa­ñía, hasta que decayareon las fuerzas y nos fuimos retirando a descansar un rato…

Pero el genio mágico de Manuel ya tenía planificada la tarde. Después de trasladarnos hasta Zacatecas para que nos cambiásemos de ropa, queda­mos en media hora para trasladarnos a un centro comercial y merendar primero y a las 7 de la tarde asistir en el Centro Cultural a una exhibición de bailes regionales a cargo del Grupo de Danza Folklórica Tenamaxtle de la U.A.Z. (Uni­ver­sidad Autónoma de Zacatecas). Magnífico, variado y muy entretenido espectáculo con un conjunto musical sobresaliente. Después fuimos a cenar a un restaurante típico en el centro de Zacatecas y, tras despedirnos del resto, Alejandro, Martha y yo nos fuimos a tomar una copa al Restaurante Paraíso, muy cercano a los hoteles de ambos, y donde el año pasado celebramos el cumpleaños del compañero y querido colega de Torrevieja, Paco Sala Aniorte.

Al día siguiente desayunamos en la misma Guadalupe, por cortesía de la Organización del Foro Margil y seguidamente dimos comienzo a la según­da sesión con la presentación de la Revista Oleza (Orihuela, Alicante) que dirige nuestro admirado Presidente de R.A.E.C.O. y cronista de Orihuela, Antonio Luis Galiano Pérez. Moderó la mesa el Cronista del municipio za­ca­te­cano General Enrique Estrada, Domingo Flores Flores, interviniendo primero Manuel González Ramírez sobre cómo se produjo la colaboración entre Zacatecas y Orihuela por el nexo común de celebrar ambas ciudades una Semana Santa singular con la procesión del Silencio; y a continuación, un servidor dio lectura abreviada al texto que hizo en su día el magistrado y escritor oriolano Julio Calvet Botella, cuando presentó en Orihuela el número de 2018. Tras la presentación de la Revista Oleza, el Cronista de Texcoco, nuestro amigo Alejandro Contla, me hizo entrega de parte del Ayuntamiento de Texcoco de una placa de “Huésped Distinguido”.

 

Seguidamente se sucedieron las siguientes ponencias: Los ojos de Margil y Margil para el Milenio, de Elizabeth Martínez (Houston, Texas); La Retó­rica de la Santidad: un sermón hagiográfico sobre Fray Antonio Margil de Jesús, del Dr. Hugo Ibarra Ortiz (U.A.Z., Zacatecas); Fray Antonio Margil de Jesús y su herencia histórica, por Fátima de Lira Uranday (Guadalupe, Zac.); El hospicio de Boca de Leones: un enclave guadalupano en el camino de Texas, por el Maestro Lucas Martínez Sánchez (Colegio Coahuilense de Investigaciones Históricas, Saltillo, Coahuila); La devoción a la preladita y la presencia franciscana en Zacatecas, por Jorge Fernándes Robles Trejo (Zacatecas); y para finalizar, la ponencia del Dr. Jorge René González Mar­molejo que versó sobre Vida y Milagros de Margil.

A continuación se clausuró el I Foro Internacional sobre el Humanismo de Fray Antonio Margil de Jesús con un breve parlamento del señor Alcalde de Guadalupe, Enrique Guadalupe Flores, no sin antes invitarnos al acto de inauguración de la plaza dedicada al franciscano valenciano y posterior develación del monumento al mismo que tendría lugar a las 7 de la tarde. Antes de asistir al mismo, nuestro grupo giró una visita rápida a una expo­sición de fotografía sobre el Vaticano que se halla en el antiguo Refectorio del Convento y seguidamente una merienda reparadora en la cafetería que hay junto al atrio.

Sobre las 6 de la tarde llegamos a la plaza dedicada al valenciano Fray Antonio Margil de Jesús, en pleno centro de Guadalupe y junto al punto de partida del Camino de Tierra Adentro. La plaza bullía de animación, la Morisma que nos escoltó el año pasado estaba dispuesta para salir a realizar un desfile por las calles guadalupanas que encabezamos un grupo de asisten­tes al Foro, junto al Concejal de Cultura.

Llegamos de nuevo de nuevo a la plaza casi anochecido y, al poco, tuvo lugar el acto de inauguración de la plaza y de la develación del monu­men­to a cargo del Sr. Gobernador del Estado de Zacatecas, D. Alejandro Tello Cristerna, y del Sr. Alcalde de Guadalupe, D. Enrique Guadalupe Flores. A continuación ocupamos el “presidium” las personas invitadas oficialmente al acto; de izquierda a derecha: César José Salvo García, cronista del Villar del Arzobispo de Valencia, España; la diputada local Isadora Santiváñez Ríos;  fray Ángel Gabino, padre provincial de los santos Francisco y San­tiago; Sr. Alcalde; Sr. Gobernador; Monseñor Sigifredo Noriega Bar­celó, Obispo de Zacatecas; Diputada Federal Araceli Guerrero Esquivel (además de otras personalidades fuera de encuadre, como Arnoldo Rodrí­guez Reyes, delegado de la Sedatu y Jill Metcalfe, directora de la Casa San Antonio, en representación del alcalde de San Antonio, Texas).

Tras la ceremonia conversé unos momentos con el reconocido escultor y autor del monu­mento, Carlos Espino, quien me prometió una réplica de la escultura a escala pequeña para obsequiársela en su nombre y en el de la ciudad de Guadalupe al Padre Provincial de la Provincia Franciscana de Valencia.

Saludando al Sr. Gobernador del Estado.

Conversando con el Sr. Obispo de Zacatecas

Con Carlos Espino, autor del monumento.

Tras la despedida de las autoridades, nuestro grupo nos trasladamos a Zacatecas para cenar en un restaurante típico de comida mexicana en la concurrida capital del Estado, no sin antes escuchar de boca del amigo Manuel los planes para el día siguiente, que sería el final de mi estancia en esa ciudad amiga y hermana de los cronistas españoles, pues el viernes por la mañana salía mi vuelo hasta Ciudad de México y por la tarde el vuelo hasta Madrid.

Así pues, el jueves fue un día de asueto y cultural. Primero desayuné en el Restaurante Acrópolis de nuevo con Martha, Alejandro y D. Héctor P. González Ortega (tataranieto del General zacatecano Jesús González Ortega, Héroe Nacional de la Revolución) al que ya tuvimos el gusto de conocer el año pasado. De allí partimos hasta la Plaza de Armas, donde se iba a celebrar un concierto por la Banda Sinfónica del Estado de Zacatecas y para ello se nos dispuso la ventana más cercana al escenario del primer piso del Salón de Actos; mientras se desarrollaba el programa musical (compuesto de música de películas, canciones populares mexicanas a cargo de la soprano Sheila López y una parte final a cargo del Coro del Estado también de canciones populares mexicanas).

César Salvo, Alejandro Contla y Héctor P. González Ortega, junto al lienzo que representa a su tatarabuelo.

Acabando el concierto vino a recogernos Domingo Flores para recoger a Martha y Alejandro que iban a pasar unos días en su rancho, mientras Manuel, su amigo Juan Antonio Caldera Rodríguez y yo nos fuimos a comer en un restaurante céntrico. Después nos retiramos a descansar, no sin antes citarnos para las 9 de la noche para cenar. Yo pasé la tarde realizando unas compras en las tiendas que conocía del año anterior y después de dejar en el Hotel las bolsas con los regalos me dirigí al punto donde habíamos quedado al mediodía. Al poco apareció Juan Antonio comunicándome que se habían cambiado los planes y que Manuel nos esperaba unas calles más allá de donde estábamos para ir a un restau­rante situado en las afueras de la ciudad. Al subir al coche, Manuel me advirtió que esa noche íbamos a cenar tamales… Después de un itinerario nocturno por intrincadas calles fuimos a dar a un barrio de desiertas calles, donde de pronto apareció un puesto de venta de tamales (un alimento preparado con una base de masa de maíz rellena de carnes, vegetales, chiles, frutas, salsas y otros ingredientes, envueltas en hojas de mazorca de maíz). De pronto pensé: “No iremos a cenar de pie”, aunque nada dije. Manuel aparcó el coche, nos dirigimos andando hasta la calle que habíamos pasado y de pronto nos hizo ver que le habían entrado una terribles ganas de vaciar la vejiga, excusa con la cual llamó al timbre de una vivienda que tenía luces encendidas en sus estancias: “seguro que hay alguien en casa y me deja usar el baño”, añadió Manuel para dar mayor verosimilitud a la farsa que había construido, Porque, ¿quién salió a abrir la cancela? Pues ni más ni menos que nuestra querida Leticia Ramos (Leti), de la cual me había despedido la noche anterior pues dijo estar muy ocupada el jueves. La agradabilísima sorpresa fue el marco amigable de una cena que se prolongó hasta la una de la madrugada. Leti había preparado ensalada de marisco y pescado ex profeso para mí (es curioso pero no se ofrece pescado en los restaurantes), además de los tamales que compré de queso y de pollo, y para finalizar el postre que estuvo preparando durante toda la mañana: la capirotada (típico de Cuaresma, tiene una base de pan seco puesto a cocer en rodajas junto con trozos de frutas, pasas, nueces y cacahuates, todo cubierto de queso rallado y jara­be de piloncillo). Un Broche de Oro para este segundo viaje a México, país que desde el año pasado llevo en mi corazón como un país hermano.

En el puesto de tamales.

Mostrando la capirotada.

Después de la cena y antes de despedirnos.

César Salvo

Cronista de Villar del Arzobispo

Primer Foro dedicado a Fray Antonio Margil de Jesús en México

Aquí dejamos para vuestro conocimiento, varios enlaces de noticias relacionadas con el Primer Foro dedicado a Fray Antonio Margil de Jesús en México que publica la Real Academia Española de Cronistas Oficiales. A este foro asistió como ponente César Salvo, Cronista de Villar del Arzobispo.